Leire, nombre ficticio, tiene 77 años, edad verídica y ha decidido aprender a andar en bicicleta «tengo 77 años, me dice en un tono apenas audible, no se lo digas a nadie, mis amigas piensan que estoy loca pero siempre he querido andar en bicicleta». Y yo incumplo reiteradamente mi promesa sorprendida ante su equilibrio, dominio y elegancia en el pedaleo.

La más joven de nuestras alumnas ronda los 20 años y sonríe constantemente, le sonríe al miedo, al esfuerzo, le sonríe a su nueva experiencia con la bicicleta, a nosotras… A pesar de la diferencia de edad, las dos tienen algo en común, buscan el equilibrio, una de las cosas más difíciles de encontrar en la vida y las dos lo han encontrado, al menos sobre la bicicleta.

Otro de nuestros alumnos está a las puertas de la jubilación y aunque nunca se interesó por la bicicleta a pesar de tenerla a su alcance, su mujer le ha convencido para que aprenda y así puedan dar paseos juntos.

A este curso hay quien viene de Berango, de Las Arenas, de Llodio y hasta de Gipuzkoa tal es la pasión que suscita aprender a andar en bicicleta.

Una alumna que ya pedalea, me hace una señal para llamar mi atención, me acerco «¿cómo se gira?» me pregunta. «Se gira con la mirada y con el tronco, suavemente, cuanto más amplio es el giro más sencillo» Y también la mirada es la que hace que nos fijemos obstinadamente en los bancos y las farolas que parecen ejercer una atracción fatal.

«Que están haciendo?» me pregunta un turista con bello acento porteño. Le cuento. Es un curso de voluntariado de la Asociación de ciclismo urbano Biziz Bizi para enseñar a andar en bicicleta a personas adultas. «Que bueno, dice, les felicito» y se lo cuenta a su pareja que sonríe.

Argentina de origen y acento es también otra de nuestras bellas alumnas, tesón y positivismo que además narra fantásticos relatos en sus podcast «Te cuento cuentos».

«El curso anterior no era mi momento» me dice pensativa Toñi. Ella y yo sabemos lo importante que es en la vida elegir el momento.

Una vez más reflexiono sobre la importancia de compartir espacios no monetizados, de compartir saberes entre iguales y sobre el poder sanador de la bicicleta En estos cursos nos damos cuenta además de que no todo se paga con dinero, vale con una sonrisa, un gesto de gratitud.

Una alumna nos comparte que el curso le ha resultado terapéutico porque le conmueve este gesto de cuidado y apoyo mutuo desinteresado.
Dice que somos pacientes pero nosotras creemos que, sobre todo, somos entusiastas y a pesar de los muchos años transcurridos desde aquel primer curso, nos siguen conmoviendo vuestro esfuerzo, tesón, valentía y capacidad de sufrimiento de manera que la dureza del sillín, la tensión dorsal, los moratones en la piernas y las eventuales caídas, afortunadamente todas ellas sin consecuencias, son apenas anécdotas en un proceso lleno de éxitos.

 

     

En Biziz Bizi seguimos tejiendo pequeñas redes para la vida en recuerdo de Louise Michelle, Emma Goldman, Kropotkin y el apoyo mutuo.

Como siempre, un placer.

BIZIZ BIZI